martes, 18 de marzo de 2014

La culpa será del conductor


En mi familia sabemos que son los accidentes de tráfico por atropello de animales. De hecho, gracias a lo que sea, casi todos nuestros accidentes has sido de este tipo. Y sin graves consecuencias personales.


Cuando tenía unos 10 años y la ley permitía viajar en un Renault 12 (el deportivo de la Renault) a dos madres y cinco niños, una heladora tarde noche de Navidad, en el recorrido del pueblo de mi padre al pueblo de mi tío, apareció de la nada, frente a los faros del coche, una enorme vaca blanca y negra. La atropellamos, cayó sobre el coche y destrozó parte delantera. No nos pasó nada más que el susto. Pero recuerdo aquellos momentos: mi madre y la prima Pili, saliendo congeladas (8º bajo cero, seguro) a ver que había pasado, y nosotros en el coche, orillados en la cuneta. El dueño de la vaca y el seguro del coche se apañaron y mis padres no tuvieron que empeñar la extra de Navidad para arreglar el coche.

En el año 2003, pocos meses después de estrenar mi primer coche (un Seat Ibiza verde botella, al Bala Verde), volvíamos a nacer tras un accidente con un jabalí. Habíamos pasado el Puente del Pilar en Soria y volvíamos a casa. En un cambio de rasante, tras haber hecho el cambio de luces para no deslumbrar a un coche en dirección contraria, apareció de la nada un perro gigante. O eso me pareció cuando lo vi volar por encima de la Bala tras el impacto. El jabalí que tuvo la mala suerte de cruzarse en nuestro camino acabó muriendo en la cuneta contraria 200 metros más allá. Pero el golpe bloqueo la dirección del coche y no pudimos más que frenar y "rezar" para no despeñarnos. Por unos metros. El coche, casi siniestro total. El coto y el seguro del coche se apañaron. Nunca hubiera podido pagar el arreglo (todavía estaría pagando coche y reparación)



Este pasado 31 de octubre, después de haber pasado la tarde con las niñas disfrazadas y haciendo "truco o trato" por el barrio y con un cuerpo derrotado por un virus estomacal que me había obligado a evacuar por arriba y abajo varias veces, a eso de las nueve y media de la noche, con las niñas cenadas y en pijama, emprendimos viaje al #pueblitobueno. Eran 9 jabalíes, por lo menos. Estaban cruzando la carretera, todos en fila. En familia. Pero al verse deslumbrados por los foco no corrieron, se pararon. Y por mucho que frenamos, uno teníamos que llevarnos seguro. El impacto, esta vez, bloqueo los cinturones del coche. Pensamos que nos habíamos quedado atrapados. Además del olor a pólvora, que nos hacía temer lo peor. Las niñas dormidas y nosotros si apenas cobertura, en medio del Pinar Grande soriano, con 11º bajo cero. Y la noche de Halloween... Pues también el coto y el seguro del coche se apañaron para el arreglo del frontal y de los cinturones.

Y así podría contar mil historias. Mi padre y un par de jabalíes, algún corzo y un caballo. Mi primo Juan cuando el jabalí se metió debajo de su coche y lo arrastró cientos de metros con el coche sobre dos ruedas. Mi tía Elsa y al menos 3 jabalies que yo recuerde y algún perro... Todos con mucha suerte.


Y muchos, demasiados, que no la tuvieron. Esos abuelos que no conocerá la pequeña María, porque fallecieron en diferentes accidentes con ciervos en la zona de Almazán (mismo punto, dos años de diferencia entre la muerte del abuelo y la de la abuela). Aquel camionero que vio como un ciervo entraba de un salto por la ventanilla de su cabina y ya no vio más... Mi vecina Bea, que atropellaron un perro que apareció en una curva y tras salir de la UVI tuvieron que reconstruirle el rostro para que pudiera reconocerse...

Son muchos. Muchísimos. Hasta el pasado jueves, amparados al menos, en lo económico, por la antigua Ley de Seguridad Vial. En esa fecha el senado aprobó la modificación de la Ley que el Congreso aprobará también en estos días. A partir de ahora, la culpa será del conductor: ni del coto, ni del dueño...

¿Era la mejor solución? Se podía haber optado por repartir daños entre los cotos, los propietarios de la vía (que seguramente cuando se construyó no puso suficientes pasos para animales), los dueños, las aseguradoras... pero no. La culpa del conductor. Del que circula según la norma, a una velocidad adecuada, por la carretera. No por medio del monte, persiguiendo animales. No, por la carretera. Con mil ojos a las cunetas en cada kilómetro, en cada curva.

Cada vez que viajamos, lo hacemos en tensión. Sobre todo si hay batidas de caza en esas fechas. Y son cientos de kilómetros pendiente de un movimiento entre la maleza, de un brillo en la oscuridad... Pues además ahora, tendremos que pensar en como pagar los daños (en caso de tener tanta suerte como hasta ahora) si vuelve a cruzarse un animal en el camino.

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4 comentarios:

  1. mmm, pobresillos los animalitos jiji

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  2. Seguro q ningún Diputado se ha tragado un "animalito"... :(

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  3. Habéis tenido muchísimos encuentros. Nosotros, que vivimos en un pueblo, tenemos vecinos y amigos a los que también les ha pasado, y desde luego como dices la culpa no es del conductor. Me parece estupendo tu reivindicación de que esta nueva ley nos deja "con el culo al aire", en estos sucesos que siempre son tragedia aunque en lo personal no sea grave.
    Comparto.

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    Respuestas
    1. Es que son muchos accidentes... Y el desamparo total. Ahora solo nos queda la suerte. Gracias Lydia!!

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